Posible recorrido del supuesto pasadizo de Villafranca. |
La leyenda es fantasiosa, libre, errante y utópica. El mito exhibe
vivencias e historias decoradas con los adornos que aporta cada persona en su
narración. Habladurías que han vagado silenciosas a lo largo de los siglos como
queriendo pasar desapercibidas en un mundo moderno en el que, sus valiosos
secretos, tienen una menor cabida. Lidian con la fama de ser cuentos
adulterados para engendrar revuelo y, en algunos casos, incluso temor. No
obstante, todas ellas, viven preservadas en la mente de los ancianos del lugar:
un espacio vital en el que dichas “fábulas” encuentran una zona de confort,
ajenas y protegidas de cualquier sentencia que las juzgue y las tome por meros
relatos para niños. En definitiva, así son: eternas y “tímidas”. Pero, a pesar
de esa voluntad de querer permanecer encubierto, el tiempo, que es un juez
efectivo y sin miramientos, logra siempre, a través de un juicio que puede
durar centurias, arrancarle la verdad, por ínfima que sea, a estos “relatos de
ficción”.
He comprobado a lo largo de estos años cómo hasta la historieta más
absurda e inverosímil tenía, en la base última de su existencia, su razón de
ser. Todas sin exclusión, por muy imaginativas que parezcan, cuentan, en su
origen, con una veracidad que las hace únicas y hasta veneradas. Todos los
lugares cuentan con sus propias leyendas, transmitidas y divulgadas de manera
oral, con sus arreglos y añadiduras que han ido modificando el contenido
original de esa crónica a través del transcurrir de los años. Pero, a pesar de
todo ese “maquillaje superficial” si rascamos un poco, logramos, en cierta
medida, hacer renacer y que rebrote esa historia real. Aunque, más que
Historia, deberíamos considerarlas, cómo afirmaba Unamuno, “Intrahistoria” ya que, en definitiva, son acontecimientos
reales que ocurrieron en un momento y lugar determinados del pasado a personas
anónimas.
En este caso, vengo a hablaros de una de esas leyendas que, estoy
seguro, todos los villafranqueses hemos escuchado, al menos, una vez en
nuestras vidas. Mi primer contacto con el tema a tratar se dio durante los
primeros años de secundaria. La mente siempre incansable e incipiente de
aquellos años parecía entrenarse, ejercitarse y desarrollarse cuando coincidía
con otras mentes igual de activas y, en cierto sentido, con esa pizca necesaria
de locura e imaginación que las convierte en auténticos crisoles de
conocimiento. Recuerdo aquella pregunta como si me la hubieran formulado ayer
mismo…¿Sabes que en Villafranca existen pasadizos que conectan distintos puntos
de la localidad? El cerebro, inmediatamente después de tal sentencia, se pone a
trabajar intentando buscar una explicación e intentar localizar el trayecto de
tales subterráneos. Muchos lugares se lanzaron sobre la mesa…El Colegio San
José, el Altozano, la Iglesia del Valle…teorías sin fundamento que intentaban
saciar ese ansia por conocer hasta el último detalle. Pero todo quedó ahí.
Apartado, relegado y en pausa hasta que un pequeño rayo de luz aportase algo de
conocimiento…
Casi tres lustros transcurrieron hasta que tuve la oportunidad de
conocer a una persona que, desde el primer día, me recibió y acogió como a un
amigo de toda la vida: Juan Antonio, “El Pagolo”. Hablar con él es como
consultar un libro, es auténtica historia viva, su casa es como entrar en una
biblioteca donde, el olor a libro antiguo, embriaga el ambiente. Y, como de
costumbre, es a quién acudo para confirmar si tal o cual rumor de la historia
de nuestra localidad es cierto. Y, como era de esperar, una vez más, se cumplió
el pronóstico: Era verdad, en Villafranca existieron unos pasadizos que,
actualmente, con toda probabilidad, se encontrarán colapsados o cegados pero de
los que, aún, a la espera de más información al respecto, se puede hacer un
pequeño comentario.
Para comenzar con esta pequeña historia, debemos ponernos en contexto y
es que, en el espacio que hoy en día ocupa la Plaza del Corazón de María, se
erigió entre el siglo XVI y el XX el Convento de las Clarisas. En 1953, dicho
edificio se derrumba y, en las obras, comienzan a salir muchísimas sepulturas
de las monjas que vivieron en ese lugar de clausura. No obstante, no fue lo
único que salió a la luz y es que, a la altura de lo que actualmente es la
parada de taxi, surge una especie de galería, en la cual, en palabras del
propio Juan Antonio: “…se pusieron de pie, con los
brazos extendidos hacia arriba y, aún, faltaba un “cacho” para tocar el
techo…”. El posible pasadizo finalizaba súbitamente un poco más
abajo, ya en las cercanías del Convento, donde había una reja, tras la cual, la
entrada estaba tapiada. Para evitar los comentarios y la posible agitación que
habría tenido la noticia de un descubrimiento así, las autoridades locales
decidieron resolver la cuestión de la manera más rápida y eficaz: mandaron
echar abajo la galería y, si no era posible, cegarla hasta una altura prudente,
para que tuviera el aspecto no de un pasadizo, sino de una canalización para
las aguas sucias.
Sin embargo, este hallazgo aislado no fue el único, ya que, con el paso
de los años, y debido a los avances en saneamiento y alcantarillado, las obras
sacaron a la luz otros tramos del famoso pasadizo. En este sentido, se puede
realizar una hipótesis del posible recorrido de esa construcción subterránea:
el inicio se ha establecido en la Calle Calvario; continuaba hacia el Sur hasta
llegar a la plaza del Altozano y, en ese punto, giraba hacia el Sureste para
bajar por la calle Santa Joaquina; una vez el subterráneo llegaba a la altura
de la Plaza de España, actualmente la plaza del Ayuntamiento, se abría un ramal
hacia la izquierda que cruzaba dicha plaza y y seguía dirección a la Casa del
Conde de Egaña. Continuando por el trayecto principal, la galería se perfilaba
en dirección al Convento de las Clarisas no sin antes, surgir un segundo ramal
que se desviaba hacia la derecha y se orientaba a la casa de la Condesa
Peralta. Finalmente, el trayecto se cortaba repentinamente a la altura del
“Parque de las Rampas” donde surgió el tramo que comenté anteriormente.
Si os fijáis, dicho pasadizo conecta casas de personas con renombre y
poder en la localidad con algunas instituciones religiosas…¿Para qué sirvieron
estos lugares? ¿Qué función tenían? ¿Eran una herramienta para moverse sin ser
vistos? ¿Qué necesidad había de construir tales túneles? Demasiadas preguntas
para las que, tristemente, aún no hay respuestas. El ansiado enigma de estos
lugares murió con su destrucción. No existe nada escrito al respecto, ni tan
siquiera una noticia. Supongo que se ha querido borrar y olvidar este secreto
por algún motivo pero, apostaría lo que sea, a que alguien del pueblo tiene que
saber algo más sobre el tema. A pesar de ello, es posible que, con el tiempo,
surjan más tramos o, incluso, que esas galerías tuvieran más recorrido y se
extendieran a otros lugares emblemáticos de Villafranca.
Hablar de los famosos pasadizos de Villafranca es argumentar basándonos
en hipótesis y teorías que no cuentan, de momento, con una base sólida. Es
charlar con la precaución que aporta el interrogante pero, a fin de cuentas,
hablar de ellos es, en cierta medida, darles vida y, con ello, entidad. Desde
aquí, mi más sincero agradecimiento a Juan Antonio, quien me ha enseñado que
“el pueblo que no tiene memoria, es un pueblo sin historia”. La verdad se
esconde tras el aderezo de las palabras que constituyen el mito, esperando a
florecer cuando la luz de los rayos de la razón inciden directamente sobre las
hojas cuarteadas de un cuento viejo.
Resulta curioso ver las distintas interpretaciones de una misma leyenda. En mi caso, e igual que tú, en mis años de secundaria escuché hablar de los pasadizos y de cómo conectaban supuestamente el Colegio San José con las Carmelitas. Es lo que tienen las leyendas o rumores, que mantienen factores en común (en este caso, que supuestamente conectan lugares de interés religioso), pero nunca sabremos hasta qué punto son reales estas suposiciones. Gran entrada, me encanta seguir descubriendo cosas sobre nuestro pueblo! :)
ResponderEliminarDesconocía está historia.
ResponderEliminarEs curiosa lena de misterios.
Porque ocultar una incidencia en algún sitio tiene que estar la clave