El adorno personal en época romana. Las cuentas de pasta vítrea de la “Huerta de los Curas”.

 


El adorno personal en época romana. Las cuentas de pasta vítrea de la “Huerta de los Curas”.

 

Han pasado casi 10 años desde que me mostraron, por primera vez, el viñedo que se conoce como “La huerta de los Curas”. Una pareja, sabiendo de mi pasión por la historia, me comentó que, no muy lejos del cortijo que poseen, unos años atrás, mientras se realizaban unas labores agrícolas, había salido a la luz un asentamiento, posiblemente de época romana, y que, ellos mismos, tras conocer las noticias, acudieron al lugar. Lo que más me impactó cuando me lo contaron fue que habían hallado, en plena superficie, un anillo de oro con una piedra negra engarzada. Lástima que no lo comunicaron a las autoridades, lo regalaron y ese anillo, más bien ese tesoro, se perdió de unas manos a otras. Años más tarde, ya con 15 o 16 años, acudí a aquel lugar por mi cuenta. La tierra está repleta de tegulas, bordes cerámicos, fragmentos de Sigillata y si tienes suerte, como fue mi caso, puedes encontrar incluso fragmentos de lucernas.

Recuerdo aquella tarde como si fuera ayer mismo. Iba paseando, mirando hacia el suelo y, no se por qué, miré entre dos rocas enormes y justo en ese lugar, como queriéndose esconder de las miradas ajenas, había una pieza que, en principio, no sabía qué era: redonda, con un agujerito en medio como para ser colgada y con aplicaciones de vidrio prensado sobre la cuenta, aún caliente, a modo de decoración. Tenéis que tener en cuenta que con 15 años, no tenía mucha formación al respecto con las piezas de cerámica que hallaba y, mucho menos, con algo así. Busqué algo similar por internet y, en todos los lugares, salía lo mismo: Cuenta de collar. Yo no me lo creía mucho, sinceramente. ¿Cómo iba a hallar algo así a simple vista? Pues efectivamente, se trataba de una cuenta de collar a la que, un par de años después, sumé otra más, que hallé en la base de una cepa. No me preguntéis cómo pude fijarme en un lugar así, yo creo que es suerte. Esas dos piezas, fueron el motivo por el cual, en 2017, decidí abrir la cuenta en Instagram de HistoriaVcadelosBarros, para mostrar cosas que aparecían en el termino del municipio. Si os fijáis, (es la primera publicación que hay en el perfil) tampoco doy muchos detalles acerca de las cuentas, simplemente dónde aparecieron y una breve descripción, nada más. Hace unos meses, volví a ese post y dije: estas piezas son demasiado importantes como para tener tan poca información, necesitan ser explicadas, en su contexto, su fabricación, producción y distribución en el mundo antiguo.

Ya en Egipto, durante el Imperio Antiguo, se atestigua la presencia de piezas de vidrio que imitan distintas variedades de piedras. En el Imperio Medio, se realizan escarabeos, sin embargo, es durante el Imperio Nuevo, cuando estas producciones alcanzan un auge destacando la gran diversidad de colores. En las mismas fechas, en el mundo Micénico, se constata, también, el uso del vidrio imitando piedras preciosas y sus llamativos colores. Pero es en época romana, sobre todo a partir de Augusto, cuando se va a producir un apogeo de la joyería en vidrio uniendo el gusto romano por la policromía así como el control de la tecnología y técnica de la producción vítrea, generando gran cantidad de colores y formas.

Este material, es utilizado para gran variedad de objetos de adorno personal y, en este sentido, Mérida es un referente a nivel mundial en este tipo de piezas. Diseminados en los diversos yacimientos de la ciudad, han sido halladas multitud de piezas entre las que destacan: anillos, pulseras, colgantes y cuentas, tanto para collares, como para pendientes. Los talleres emeritenses, activos desde época Julio-Claudia hasta el siglo IV d.C., fueron referentes en la producción de vajilla de vidrio y, con toda probabilidad, también en la de piezas de adorno personal aunque, de momento, en el caso de las cuentas encontradas, no se observan características locales que las diferencie de las del resto del Imperio.

Estas cuentas se realizaban con técnicas en caliente y mediante el modelado, destacando dos: sopladas o fabricadas a varilla. Esta última es la más habitual y consistía en ir enrollando sobre una varilla una masa de vidrio caliente que la iba rodeando por lo que, a la vez que se hacía el orificio central, se le daba forma a la cuenta. Por otro lado, la técnica del soplado consistía en aprovechar las burbujas de aire de un fragmento de vidrio, estirándolo y estableciéndolo sobre un molde que se dividía en secciones y que dará como resultado los distintos tipos de cuentas. Para la decoración, existen técnicas diversas que se pueden dividir en dos grupos: el trabajo de la cara externa manualmente o utilizando algún instrumento y/o a través de la adición de material. El primer grupo destaca por el uso de herramientas de presión mientras el vidrio aún está caliente como es el caso de las pinzas para llevar a cabo una morfología gallonada.

En el caso de las cuentas que poseen una morfología prismática, están presentes con formas hexágonales de gran detalle. En lo que respecta a la segunda técnica, pueden apreciarse muchas variantes, pero en Mérida, las más comunes son la aplicación de hilos de vidrio mientras la cuenta se encuentra en el puntil y, posteriormente, la cuenta se hacía rodar sobre sí misma dando como resultado una superficie uniforme o en relieve. En concreto, la primera de nuestras cuentas, correspondería a este grupo, ya que se le han aplicado incrustaciones de piedras más pequeñas de colores blanquecinos y en la que quedan algunos negativos u oquedades de otras que se han perdido por el paso del tiempo. También se ha identificado el trabajo de las cuentas en frío a través de procesos en los que se horadaba y se le daba una forma poligonal a la pieza, para lo cual, era necesario una especie de sistema de arco para realizar esa perforación.

Es cierto que este tipo de cuentas podían formar parte de un brazalete, sin embargo, la mayor parte pertenecería a collares. Es lo que se conoce como Monilia; collares formados por distintos materiales. En Mérida poseemos un amplio repertorio de este tipo de piezas pero, en muchas ocasiones, no se les puede dar una cronología cultural exacta ya que, las cuentas de vidrio, permanecen inmutables en sus formas, atributos y colores durante varios siglos. Aunque existen varios tipos de cuentas: Tipo RB4, “Trilobitenperlen”, “Melon Breads”, Tipo RB11…las que hallé en la “Huerta de los Curas” pertenecen al tipo RB5. Son las que están más presentes en el catálogo de Emérita Augusta y pueden presentar variedades monocromas como vidrio azul, verde, negro…incluso existen variedades polícromas sobre el fondo negro como sería nuestro caso. Este tipo de cuentas sí que presenta una cronología bien definida: La TardoAntigüedad, es decir, entre los siglos IV-VI d.C., extendiéndose por Europa Occidental, Central y Norte de África. Recordad esa fecha pues, a continuación, la relacionaré con un dato muy importante acerca del yacimiento que confirmaría la cronología exacta del lugar.
 

Lo primero a tener en cuenta es el año en el que sale a la luz el yacimiento. Las décadas de los 70/80 y 90, fueron testigos del hallazgo, de manera fortuita, de muchos asentamientos de diferentes etapas cronológicas debido, por ejemplo, al avance técnico de la maquinaria agrícola que permitía alcanzar mayor profundidad en la tierra, sacando a la luz materiales y restos de estructuras antrópicas. A ésto hay que añadir, la construcción de nuevas vías de comunicación (carreteras, autovías…) y nuevas edificaciones. Basta mencionar el descubrimiento, de manera casual, del asentamiento calcolítico de “Los Cortinales”, mientras se realizaban las obras de construcción de la depuradora de aguas municipal durante los 80. A finales de esta década y principios de los 90, es cuando sale a la luz el yacimiento que estaba oculto bajo el viñedo de “La Huerta de los Curas”. Tuve la suerte de poder hablar con el actual propietario del Cortijo que se encuentra allí, lugar que, en antaño, fue escogido por los curas del Colegio San José para pasar sus vacaciones estivales. El propietario me comentó que, los detectoristas, llegaban por decenas atraídos por las noticias del hallazgo. De hecho, tuvo la oportunidad de hablar con uno de ellos que venía de la provincia de Córdoba, así que, imaginaos cómo se expandieron las noticias sobre el descubrimiento. Y he aquí una información vital, la primera de ellas que confirma la cronología del lugar, el detectorista le enseñó algunas monedas que había descubierto y le dijo que eran Bajos Imperios, con lo cual, sería un asentamiento cuya cronología variaría entre los siglos IV-VI. Esta teoría la reforzaré más adelante. Estaríamos, por lo tanto, ante un asentamiento de tipo villa; un fenómeno que se advierte, con gran frecuencia, en Tierra de Barros. No os hacéis una idea, de la cantidad que hay de este tipo de yacimientos en los alrededores de Villafranca. La gran concentración de Tégulas, cerámica común o Sigillata, son prueba de ello. En los últimos años, he podido añadir a la lista 5 lugares más, de momento, con estas mismas características. Es verdad que, en todos ellos, los materiales que hay en superficie, aparecen muy arrasados, fragmentados y dispersos por una gran extensión de terreno pero, aún, pueden hallarse piezas que son una muestra de la grandeza de aquellas Villae, todas ellas bajo el área de influencia de Emérita Augusta que, como capital lusitana, actuaba como hinterland. 

En estas Villae habría una pars urbana, es decir, aspectos urbanos residenciales (habitaciones, cocina, termas…) y una pars rústica, que se destinaba a la explotación del fundus. Estas residencias rurales podían poseer sus propios lugares de culto e incluso sus propias necrópolis. Su ubicación no es algo casual, ya teóricos del mundo agrícola romano, como Columela y Palladio, defendían que estas villae debían situarse en lugares en los que la tierra fuera de gran calidad, que estuvieran próximos a cursos de agua, que el aire fuera salubre, facilidad para el cultivo…Puedo deciros que todos los asentamientos, de este tipo, que conozco se sitúan cercanos a un arroyo. Otro aspecto importante, es su cercanía a las vías de comunicación. Las calzadas atraían a los núcleos de hábitat y es, en este fenómeno, donde se encuentra el germen del desarrollo de esa vida urbana. Sin embargo, al mismo tiempo, podemos observar una dispersión del poblamiento en torno a la vía. En este aspecto, destaca la vía Ayamonte-Mérida, hoy prácticamente desaparecida pero, gracias a las imágenes obtenidas por el vuelo del 56 y al libro de Alonso Rodríguez Díaz, he podido comprobar su presencia a la altura del Polígono “Los Varales”.

Este tipo de reparto de tierras, y como consecuencia, el desarrollo de estas grandes propiedades tiene su origen a partir de la fundación de Emérita Augusta, cuyo objetivo era la romanización del territorio, sirviendo como instrumento político-propagandístico, financiero, económico y hasta cultural. Por lo tanto, es importante mencionar que el fenómeno de las Villae no es, únicamente, bajoimperial, sino que hunde sus raíces más profundas en la primera presencia romana en el territorio. Un dato curioso es que, hoy en día, sigue habiendo cortijos, o edificaciones destinada a la explotación de la tierra, en aquellos lugares dónde aparecen restos de estas Villae, lo que constituye una herencia cultural de primer orden y nos muestra que, al menos en el ámbito agrario, no hemos cambiado mucho en casi 2.000 años. Muchos de estos asentamientos se mantienen hasta época visigoda, sin embargo, caen en desuso durante la etapa islámica cuando ya serían, prácticamente, ruinas diseminadas por el territorio y solo un reflejo de lo que fueron.

¿Es posible que, estas cuentas de pasta vítrea, pertenecieran a ajuares? Ello supondría la existencia de una necrópolis en la Villae de la “Huerta de los Curas”. En mi opinión, sí que la hubo y me baso en dos argumentos de peso: El primero; es un cometario que hizo la persona que me mostró, por primera vez, el lugar y es la gran cantidad de cenizas que vieron cuando llegaron al terreno y que se hallaban repartidas por el espacio cuando la maquinaria agrícola removió la tierra. De hecho, ese anillo de oro, del que hablé anteriormente, lo encontraron en una de estas acumulaciones de “cenizas”. El segundo; es una pieza, de la que aún no puedo hablar mucho, la cual, en un principio no sabía que era tan importante, de hecho, ni siquiera pensaba que fuera a estar relacionada con el yacimiento. Mi duda hizo que contactase con el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz y, allí, su director, no solo me confirmó la antigüedad de la pieza, para la cual, me dio un abanico que iría desde el Bajo Imperio/época visigoda hasta, como mucho, la Alta Edad Media, sino que, además, la relacionó con un lugar de enterramientos, es decir, una pieza destinada a ser depositada como elemento de ajuar funerario. De esta pieza os hablaré más adelante porque es, sin duda, la pieza más importante y con más valor que he encontrado y, de momento, está pendiente de estudio y estoy a la espera de que me confirmen más datos.

Señalar también que, tanto las cuentas como dicha pieza, aparecieron muy próximas unas a otras. Es posible que se hayan ido desplazando a lo largo del tiempo y como consecuencia de las labores agrícolas pero, al encontrarse tan cercanas unas de otras ¿Podrían estar indicando el lugar exacto que ocupó el área de enterramientos? Es simplemente una hipótesis, todo se desvelaría si se llevase a cabo una excavación del lugar. Como veis, no sería descabellado pensar en la existencia de una necrópolis en esta Villa y que esos objetos, tanto las cuentas, como esa pieza, fueran depositadas en los enterramientos como ajuar.

Hace casi una década que conozco “La Huerta de los Curas”, fue la primera experiencia directa con un lugar en el que había material cerámico de época  bajoimperial y tuve la suerte de encontrar esas dos cuentas que, gracias a mi formación posterior, he podido relacionarlas con otras aparecidas en el entorno de Mérida comprobando que, algunas, son auténticas joyas tanto por su decoración como por sus formas. Una vez más, una parte de nuestra historia cultural, se halla reflejada en Villafranca de los Barros. La importancia no solo de la provincia pacense sino de la comunidad extremeña en cada una de las etapas de nuestra historia es algo muy a tener en cuenta y que, por desgracia, no se le otorga el valor que merece. A pesar de ello, aquí seguiré, luchando por ello y dando a conocer objetos, lugares e historias que marcaron nuestro pasado y sirvieron para sentar las bases de nuestra historia.

Bibliografía:

  •  Rodríguez Díaz, A. (1986). Arqueología de TIERRA DE BARROS. Zafra. Editorial regional de Extremadura.
  • Barrero Martín, N. (2019). Ornamenta Muliebria. El adorno personal femenino en Mérida durante la Antigüedad. Programa de doctorado en patrimonio por la universidad de Córdoba, Extremadura, Huelva y Jaén. Universidad de Extremadura.

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