Donde confluyen realidad y ficción.

 

Vivienda donde, supuestamente, se planificó
el asesinato (Calle Calvario, Villafranca de los Barros)

Desde que empecé en esto de dar a conocer historias y lugares de nuestra tierra, aprendí una cosa: “Si el río suena…” Ya me entendéis, al investigar debemos tener en cuenta rumores, por muy fantásticos que parezcan y que circulan por las calles de nuestros pueblos, como un susurro que transporta el viento, que están dispuestos a hacer acto de presencia en las charlas de dos amigos, de un abuelo con su nieto…como forma de legitimar una verdad, aunque, en ocasiones, se trate de una verdad a medias. Ya he vivido varios ejemplos de este tipo: mosaicos hallados en el casco urbano de Villafranca, unos restos aparecidos en una de nuestras parroquias de manera casual…Pero, a pesar de que estas situaciones se han presentado ante mí en más de una ocasión, cuando vuelve a ocurrir, esa sensación, ya casi compañera de viaje, vuelve a aferrarse a mí y, mientras la parte más racional de mi cerebro repite: “¡No puede ser!”; la otra, más aventurera, dice consternada: “¿ves? Todo es posible”. En esta ocasión, vengo a relataros una de esas historias, en la cual, tuve que tragarme mis palabras y aprender que, siempre, hay que contrastar todo antes de sentenciar con un no. 

Todo comenzó allá por octubre en una conversación con Rai, al que le mando un saludo porque es quien me habló, por primera vez, de esa habladuría que había llegado a sus oídos. Al parecer, alguien le había comentado que, en una de las habitaciones de una casa de la Calle Calvario de nuestra localidad, “Se había forjado el asesinato del General Prim…”. Imaginaos mi cara cuando escuché esa afirmación. ¿Qué tenía que ver Prim con Villafranca?, y, por encima de todo, ¿por qué se iba a planear su asesinato aquí? Siendo sincero, tampoco le di muchas vueltas a esas preguntas. Simplemente fue una información que me pareció curiosa, e incluso, algo inverosímil. Los días transcurrieron y, por aquel entonces, estaba preparando el relato sobre la aparición de unos restos en la Parroquia del Carmen, para lo cual, pedí fuentes de información a Juan Antonio, quien posee una biblioteca personal bastante variada, completa y, sobre todo, de obras que hacen referencia a nuestro municipio. Hablando de unos libros, recuerdo que, de modo informal, le dejé caer el comentario que me había dicho Rai. Era un comentario del que no esperaba una respuesta tan certera e inmediata como la que hizo Juan Antonio: “Ah sí! Lo de Prim y Solís y Campuzano…” Yo, con una mezcla de emociones porque estaba asombrado, pero, a la vez, extrañado, no supe qué decir. Cientos de preguntas se agolparon en mi boca, sin embargo, justo cuando iba a formular la primera, aquella persona, con un acto reflejo, dio media vuelta y comenzó a consultar los títulos de sus estanterías. Pasados unos minutos, se volvió hacia a mí con un libro en la mano: Los asesinos del General Prim, de Antonio Pedrol Rius. Una obra de 1990, cuyas páginas ya poseían un color amarillento debido al paso de los años y solo se atrevió a decirme: “Mira la página 113, nombran a Villafranca”. Tras consultar lo que me había indicado, le pedí, encarecidamente, que me dejara aquel libro para leérmelo porque aún no creía que pudiera ser verdad todo aquello. Desde aquí mi más sincero agradecimiento a Juan Antonio, siempre dispuesto y encantado de transmitir sus conocimientos e información. 

Pero rebobinemos para conocer, en este sentido, lo más importante; ¿Quién era Prim y cómo fue llevado a cabo su asesinato? Juan Prim, fue una de las personalidades más importantes del siglo XIX español. Destacó en el ámbito militar donde llegó a participar en la primera guerra carlista (1833-1840), además de en la Guerra Hispano-marroquí que se desarrolló entre 1859 y 1860. Por otra parte, su vida política fue muy activa y extensa, llegando a ser nombrado presidente del Consejo de ministros, es decir, jefe del ejecutivo y gobernador de Puerto Rico. Tras los sucesos de 1868, que dieron lugar al destronamiento y exilio de la reina Isabel II, Prim se convirtió en una persona muy influyente en la arena política, apoyando la elección de Amadeo de Saboya como nuevo rey, algo que no vería jamás ya que fue víctima de un atentado que acabó con su vida.

El asesinato de Prim, sinceramente, parece de película de acción y espías; Tenemos que situarnos en un día 27 de diciembre de 1870, Prim y un amigo, Muñiz, han comido juntos en el Ministerio de Guerra y, a continuación, se dirigen al Congreso. Ese amigo, el día anterior había recibido en su casa a un tercero que le comunica que algo “gordo” va a pasar. No le da mucha más información, simplemente le facilita una lista de sospechosos con la intención de que se les detenga para intentar evitar cualquier acción irreversible. Por desgracia, de los diez sospechosos que figuraban en dicha lista, solo se ha detenido a uno. Tras la sesión en el Congreso, varios diputados intentan convencer a Prim para que acuda a una reunión con ellos, sin embargo, a pesar de las insistencias, Prim les comunica que primero cenará con su familia y, más tarde, acudirá a los últimos brindis de dicha reunión. Craso error. Si Prim hubiera aceptado la invitación de los diputados, no habría pasado por la calle del Turco, lugar en el que tuvo lugar el atentado.

Grabado de Prim. Fuente: Biblioteca Nacional. 

 Continuemos. Para que veáis como son las cosas del destino, antes de salir del edifico del Congreso, hay otro diputado que, apartándolo a un lugar más alejado del foco de atención, le pide que cambie el itinerario que le lleva a su residencia: el Ministerio de Guerra. Es como si todo el mundo fuera conocedor del asesinato de Prim, todos menos él. ¡Menudo secreto a voces! Al salir del edificio, hay un grupo de personas que se agolpan en torno a un brasero debido al frío de aquella tarde, la cual, estuvo protagonizada por una copiosa nevada. Al ver a Prim, uno de esos hombres, se va con paso ligero, lo cual le resultó extraño al resto del grupo, pero no hicieron nada. Si el General se hubiera montado en el coche de caballos rápidamente y sin entretenerse hablando con un par de personas más, posiblemente podrían haber alcanzado a esa persona que era quien iba a transmitir el mensaje al resto de asesinos que iban a llevar a cabo el atentado: El General había salido del Congreso y se dirigiría a su casa por el trayecto habitual. Pero no. El mensajero logró hacer llegar la noticia al resto de secuaces y estos, con tiempo suficiente, consiguieron bloquear la Calle del Turco con otro coche de caballos.

Ya casi a la altura de la Calle Alcalá, el cochero tira de las riendas de sus caballos súbitamente ya que hay un par de coches bloqueando la vía. De detrás de dichos carruajes, aparecen de ocho a diez hombres que se dividen en dos grupos y se colocan, de forma organizada, a ambos lados del coche de Prim. De repente, del lado izquierdo, uno de los asesinos dispara su trabuco, pero erra en el disparo. El resto de asesinos titubean, hasta que uno de los dirigentes les ordena disparar a todos y es entonces cuando, de forma unísona, ambos grupos, comienzan a disparar a matar. El cochero consigue zafarse, a pesar de haber más puestos de tiradores más adelante, y logra llegar a la residencia de Prim, que sube las escaleras, dejando un reguero de sangre por las heridas en su mano y hombro. Tres días más tarde, morirá a causa de dichas lesiones. Las condiciones meteorológicas de aquella tarde y el lugar en el que se llevó a cabo el atentado (zona de Madrid que, en 1870, aún no era un espacio céntrico por lo que había menos gente por la calle), explican la casi escasez de testigos. Sin embargo, una cosa está clara tras el relato de los pasos seguidos para acabar con Prim: sus asesinos estaban bien organizados y, más aún, bien provistos de todo lo necesario para acabar con aquel hombre que venía de conseguir un nuevo rey para España. 

Ahora bien, ¿Cómo enlazamos todo esto con Villafranca? Pues todo tiene respuesta. Después de barajar decenas de teorías sobre cómo fue el atentado, después de haber acusado a varias personas como artífices del asesinato y haber estudiado cada una de las motivaciones que tendrían algunos individuos e incluso partidos políticos para acabar con la vida de Prim, hubo una hipótesis que, sin duda, fue la que tuvo mayor peso y, en ella, destacaba la persona de Solís y Campuzano.

Antes de nada, debemos mencionar al Duque de Montpensier, hijo de los reyes de Francia Luis Felipe I y María Amelia de Borbón y cuya hija, María de las Mercedes, se casaría en 1878 con Alfonso XII. Según esta teoría, fue este Duque quien financió el asesinato de Prim. De hecho, entre la familia del difunto, esta hipótesis la tenían más que aceptada, ya que el partido de Montpensier ya había llevado a cabo intentos de asesinar a Prim en noviembre de 1870, es decir, un mes antes del atentado definitivo. En esos intentos fallidos, algunos de esos secuaces llevan a cabo el mismo modus operandi: merodean por la calle del Turco con trabucos bajo la capa, pero al pasar el coche de caballos de Prim, se dan cuenta que en el coche solo viaja su esposa y deciden abortar la misión. A pesar de todo, son detenidos y, en la toma de declaraciones, afirman que ese trabajo, sucio, deshonroso y cobarde, está financiado por un ayudante de Montpensier; Solís y Campuzano. Es por ello que, cuando se produce el crimen en diciembre, y debido a las similitudes que presentaba con el de noviembre, se apunta directamente a Solís y Campuzano como impulsor del asesinato. Basándonos en lo que defiende esa teoría, fueron Solís y otra persona más (un tal López) quienes reclutaron a los asesinos que acabaron con la vida de Prim, los cuales, procedían de La Rioja y Valencia y llegaron a la capital en octubre y noviembre. Solís y Campuzano, sin embargo, en sus declaraciones, dice desconocer todo esto.

En 1871, toman declaración a Solís y Campuzano en la embajada de España en Londres y, más tarde, en noviembre de ese mismo año, regresa a España y ¿Dónde se asienta? Efectivamente, en Villafranca de los Barros, donde se dedicó a cuidar las propiedades de su madre. Por lo tanto, tenemos a un sospechoso de participar en el asesinato de Prim, vagando libremente. También es cierto que, al principio, nadie en el Gobierno se entera de la presencia de Prim en España y, menos aún, en un pueblo de Extremadura. Solo será detenido un año más tarde, cuando esta noticia llega a los oídos de las autoridades. A pesar de todo, hay una cosa clara, Solís y Campuzano estuvo implicado en los intentos de asesinato de octubre y noviembre, pero ¿hay pruebas suficientes para implicarle en el atentado de diciembre? No. Lo cierto es que, con el paso de los meses y los años tras el atentado, fueron muriendo muchos hombres cuyos nombres figuraban en el sumario del crimen y, todas ellas, fueron muertes en extrañas o violentas circunstancias. Solís y Campuzano, sin embargo, sería exculpado de cualquier responsabilidad, pero, en la opinión de muchos políticos importantes de la época como es el caso de Sagasta, fue uno de los artífices del complot que acabó con la vida de Prim. Solís murió y fue enterrado en Villafranca de los Barros en noviembre de 1907 a los 84 años de edad.

Lápida de Solís y Campuzano. Cementerio 
de Villafranca de los Barros. 

A pesar de todo lo descrito, nadie pagó por el crimen cometido. Nadie fue sentenciado y, aunque la opinión pública tuvo claro quienes habían sido los autores de tal acto, la Justicia no pudo culpar ni sentenciar a nadie por falta de pruebas fehacientes. Y mira que luchó todo lo posible en un terreno en el que primaban las presiones políticas. Los jueces que llevaron el caso fueron víctimas de insultos, ofensas, intentos de soborno, e, incluso, de secuestro. Todo ello con el objetivo de obstruir la búsqueda de la verdad. Pero ellos se mantuvieron firmes, ganándose, por ello, las antipatías de personalidades contemporáneas que tenían mucho poder. Por otra parte, algunos de los acusados se movían libremente por el país, como es el caso de Solís, sin un control específico, pero, para más inri, algunos de los sospechosos que fueron llevados a prisión, se comunicaban entre ellos, recibían información de fuera y, en algunos casos, se escapaban. Con todo esto nos podemos hacer una idea del descontrol que existió en los años siguientes al asesinato. Pero estos inconvenientes no acaban aquí; hay que añadir que el Secreto de Sumario no se respetó y, además, fue perjudicado por la proliferación de pistas falsas y personas que, haciendo gala de gran imaginación, se jactaban de saber quién era el verdadero asesino. Hubo casos en los que se extendieron bulos que tenían como fin último acabar con rencillas personales entre familias. 

Hubo también personas que desarrollaron el trabajo de investigación por cuenta propia, como si de auténticos detectives se tratase, por lo que, aumentaron las teorías e hipótesis. Todas ellas sin una base empírica. Todo el mundo creía saber quién era el asesino, cómo se había planteado el plan y a donde huyeron tras el atentado. Tras siete años, en 1877, el Sumario se cerró. ¿Por qué? Pues aquí entra en escena el rey Alfonso XII. Este rey decidió, con la negativa de algunos consejeros, casarse con la hija del Duque de Montpensier cuya imagen, debido a la cercanía con Solís y Campuzano que era sospechoso de participar en el asesinato, se había visto afectada por la opinión pública de la época y por ello, había que limpiarla a toda costa y, en ese año de 1877, se produjo el sobreseimiento de la causa para todos y cada uno de los sospechosos.

Antes de finalizar el presente trabajo, me gustaría aclarar que, con él, no pretendo culpabilizar ni responsabilizar a nadie de dicho asesinato. No me corresponde a mi esa labor. Simplemente, con este artículo, he querido reflejar una curiosidad que, en un principio, me parecía fantástica y que, con la lectura de fuentes de información, ha resultado ser cierta: Villafranca de los Barros estuvo presente durante aquellos años tan inestables del convulso siglo XIX español. El asesinato de Prim, a día de hoy, sigue siendo un misterio y, quizás, cada persona tenga su opinión acerca de los intereses que lo motivaron, pero, de momento, la única verdad es que se acabó, vilmente, con la vida de un hombre que “molestaba” en el desarrollo de algunas ideas y en la planificación de proyectos. Como podéis ver, nuestro pueblo ha estado involucrado en la historia desde tiempos remotos, solo hay que escuchar, contrastar, debatir y, finalmente, reflejar los distintos puntos de vista sobre un papel. Y, con seguridad, aquí seguiré, para mostraros que, en toda idea, por muy ficticia que parezca, siempre hay algo de verdad.

 

José Antonio Calderón Burguillos.

 Estudiante de Geografía e Historia en la UNED.

 

Bibliografía:

PEDROL RIUS A. (1990), Los asesinos del General Prim. (Madrid) Editorial Civitas, ISBN: 84-7398-770-5. 

 

 


Comentarios

  1. Buenas tardes, José. Como bien sabes, ya que te pasé el pdf si no recuerdo mal del artículo que publiqué en la edición número 12 de la revista El Hinojal (Revista de Estudios del Museo de Villafranca de los Barros) en mayo de 2019, investigué sobre el caso del asesinato de Prim, pero no me consta que la casa que tú publicas tuviera alguna relación con el mismo, aunque creo que los propietarios de la misma eran parientes de F. Solís Campuzano. Sin embargo, Felipe Solís Campuzano murió en la actual casa número 7 y 7D de la Plaza del Corazón de Jesús (en El Altozano). Esta casa sigue siendo a fecha de hoy, si no me equivoco, de la familia de Felipe Solís Campuzano. Un saludo. Dejo el enlace de mi artículo para tus lectores: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6939882

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    1. Hola Manuel, sí, sé que ellos vivían en el altozano. Yo simplemente menciono lo que llegó a mis oídos: que el crimen se forjó en la casa de la calle Calvario. Nada más. No menciono donde vivían porque no es donde me dijeron que se había planeado el atentado. Un saludo.

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